En tiempos en los que Roma vivía bajo la tiranía de un cruel gobernador, Rugantino cruzó con sus amigos una arriesgada apuesta: sería capaz de seducir a la bella Rosetta, casada con un hombre tan violento como celoso. El primer asalto lo acabó Rugantino con un dedo roto. El siguiente consistió en sustituir al modelo que debía posar junto a Rosetta, ambos desnudos, para un famoso escultor. A los pocos días, los dedos rotos de Rugantino eran ya dos.